1 dic 2008

12. Los Gypsy Kings de Mediocamino

En Mediocamino, Talcahuano, hay una calle que se llama La Marina.
Allí viven, en sus respectivas casas, unas 20 familias de gitanos.
Las autoridades vecinales, a mediados de los noventa, cuando los ex nómades cambiaron sus carpas por casas, les preguntaron a sus pares consistoriales a qué se debía el fenómeno.
Pero no hubo respuesta clara.
Cualquier comentario podía sonar a discriminación, les respondieron.
Así que sorry.
Y es que los nuevos vecinos no eran piolas.
Sus costumbres sociales más conocidas: piden plata al que se les cruza, tratan de cagarse a la gente de los negocios; si ven un auto en la calle, le preguntan a su conductor si lo venden, se ofrecen para ver la suerte a domicilio.
Los "gitanitos" (aka niños) son los peores.
La última noticia chatarra: dos niñas gitanas, con ropa de tela multicolor sucia, malolientes y peliteñidas andaban en sus bicis que no tienen neumáticos (con las que provocan un feo sonido cuando avanzan por el concreto) por La Marina.
Todo es en su acento gritón.
"¡Para, para, para, para!", dijo una.
"¡Qué te pasa oh!", respondió la otra.
"¡Que la leche me hizo mal!".
La niña tiró su bici en medio de la calle.
Muy digna, pese a los retorcijones, caminó a la vereda.
Se sentó en cuclillas e hizo fuerza.
En menos de un minuto se mejoró.
"Después se subió la falda y se subió a la bicicleta y siguió jugando", contó la vecina que dio el dato, la copucha.
"Es que los Gypsy Kings (como les dicen en el barrio) tienen otras costumbres", remató.
El año pasado intenté hacer una nota con ellos.
Lo propuse en la pauta.
Pero mi jefe dijo: "Para el Holocausto fueron perseguidos, nosotros no vamos a hacer eso".

12.1. Kangurú
Con la Nico fuimos a la playa.
Días libres, arena, mar y sol; a lo Marta Sánchez.
Clima loco: frío, calor, nubes y sol.
Lo mejor: Kangurú. O su comida.
El local se halla frente a la playa Bellavista, Tomé.
Sus empanadas de camarones con queso son 100% recomendables.
Masa frita, tamaño medio y cocción precisa.
El precio: $600.
Cuatro, es la dósis precisa.

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Mi foto
A los ocho años mi perro me mordió la mano derecha. Me dejó una cicatriz. El mismo animal, al año siguiente, me mordió el hombro opuesto al corazón. Otra cicatriz. En 1999 un perro casi mata a un gato. Intenté salvarlo, y lo logré. Pero éste, en el rescate, me arañó y dejó dos marcas muy feas en mi diestra. Mi mano izquierda posee dos cicatrices; no recuerdo cómo me las hice.