5 ene 2009

22. Un ejercicio de reporteo express

El miércoles 24 no compré regalos a última hora, trabajé hasta las 20.
Partí a la casa de la novia, lleve el regalito.
La suegra, la Rubi, me agazajó con unos chupé de jaiba y loco.
Antes de llegar a su casa caminé por el centro.
Hice hora.
La Nico y su familia estaban en misa, esa, la de Navidad.
Caminé por el Paseo Peatonal y un móvil de TVN regional estabn haciendo el típico despacho del mínimo esfuerzo: las gente que anda a última hora. Y aparecí en un cameo.
Caminé por San Martín y el ambiente era de post consumismo.
No andaba ni un alma. Corría viento y unos papeles de regalo hacían el amago de volar.
Como a las 22.30, luego de comer, reír, hablar, y blablablá fui a casa del Tavo Viejo y la Pepa, o sea, mis papás.
Como toda la plata que tengo la gasto en discos, libros, alcohol y mucha comida no tengo auto.
Así que en micro no más.
Máquina 93, Ruta Las Bahías, Lirquén-Talcahuano.
Su chofer, el poco pelo que tiene lo peina para atrás. Usa suspensores y es un pesado de mierda.
"Cuando voy a fiestas me compró dos cajetillas de cigarro", le dice a un tipo que lo acompaña.
"No falta el que me quiere comprar y yo le digo: 'ya, te los vendo en luca'. Me cago a medio mundo. No aguanto grupos".
"Viejo culiao", le gritaron dos jóvenes que intentaron viajar por un pasaje ($490).
"Conchetumadre", le dice un flaite-flaite que quería viajar por cuatro gambas.
"Que le vaya muy bien", le dice el chofer a una señora que baja de la micro.
Y hago memoria. Este viejo-no tan viejo, que viste como el padrino, que tiene pinta de ser el dueño del micro, que al parecer no corre sangre por sus venas, lo conozco.
Una vez viajé con él. Hace meses. Como a las una de la madrugada.
Una joyita.
Un cabro, curado, estudiante de veintitanto sube a la micro y le paga con el pase escolar.
El Padrino no acepta y el veinteañero sube no más, le grita: "Cagaste".
El Padrino le dice que se baje. Pero nada. Estábamos en el Barrio Estación, el de Chilevisión, el de Los Bunker.
El Padrino avanza 10 metros, se baja y le dice a unos pacos.
Éstos hacen bajar del micro al joven, todo el mundo, a esa hora empipado (todos pagaron pasaje completo) se ríen. Como era tarde el cabro se bajó por la puerta trasera y subió por la delantera y pagó.
"Ahora sí que sí", le dijo el chofer.
Y siguió rumbo a Talcahuno. Bien peinado.

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A los ocho años mi perro me mordió la mano derecha. Me dejó una cicatriz. El mismo animal, al año siguiente, me mordió el hombro opuesto al corazón. Otra cicatriz. En 1999 un perro casi mata a un gato. Intenté salvarlo, y lo logré. Pero éste, en el rescate, me arañó y dejó dos marcas muy feas en mi diestra. Mi mano izquierda posee dos cicatrices; no recuerdo cómo me las hice.